El 2020 fue un punto de inflexión en nuestras vidas donde muchas cosas cambiaron. Una de ellas fue, por ejemplo, la forma de relacionarnos y de trabajar.
El teletrabajo se fue imponiendo en muchas empresas en las que no era indispensable la presencia de los trabajadores: algunos aceptaron complacidos y otros no tanto.
El Covid-19 también trajo cierre de locales y empresas, despidos masivos y mucha ansiedad.
¿Pero cómo podemos superar esta situación crítica en la cual no tenemos el control?
Con resiliencia…
Debemos mutar positivamente, reconstruir nuestra vida para seguir proyectando el futuro.
La resiliencia es la capacidad que tenemos de recuperarnos frente a la adversidad, de rehacernos, como si fuésemos una taza que se rompe en mil pedazos y nos transformáramos en un hermoso mosaico.
El burn out o síndrome del quemado, como han tenido muchos sanitarios, es un trastorno emocional que está vinculado con el estrés laboral, el cual puede tener consecuencias graves tanto a nivel físico como psicológico. Muchos estudios demuestran que las principales causas de este síndrome están en nuestro interior y no afuera. Una persona resiliente puede manejar más adecuadamente un entorno estresante y utilizar esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial.
La resiliencia no es una cualidad innata, sino más bien una aptitud que puede desarrollarse y aprender; consiste en un trabajo personal, exhaustivo y que lleva tiempo.
¿Cómo se logra?
Teniendo en cuenta estos factores:
· Autoconcepto: imagen que hemos creado de nosotros mismos, es importante que sea una opinión positiva.
· Inteligencia emocional: capacidad de percibir, expresar, comprender y gestionar las emociones.
· Locus de control: percepción que tiene una persona sobre las causas de lo que pasa en su vida.
Puede ser interno (cuando creemos que tenemos todo el control de lo que nos pasa) o externo (cuando creemos que son otras personas o las circunstancias las que dominan nuestra vida, por ejemplo, la suerte).
Las personas resilientes siempre encuentran una forma de “renacer de las cenizas”.
Ser resiliente aún en las peores situaciones nos permite prosperar, cada fracaso es un escalón hacia el éxito. Esta característica nos ayuda a perseguir nuestras metas sin importar los obstáculos que se puedan interponer en nuestro camino.
El secreto: ser luchadores y no convertirnos en víctimas.
Ser resiliente es ser elásticos, el dolor entra y te cambia pero no te rompe.
Algunas recomendaciones para desarrollar la resiliencia:
Las buenas relaciones familiares y sociales son una excelente fuente para obtener y aceptar apoyo, potenciando la resiliencia.
Centrarse en las situaciones que sí podemos modificar y canalizar nuestros esfuerzos hacia ellas. No podemos cambiar los hechos, pero sí la interpretación que hacemos de ellos.
Es importante plantearse objetivos realistas y esforzarnos para alcanzarlos.
Fomentar el autodescubrimiento, pasar por situaciones vitales difíciles conlleva una sensación de fortalecimiento personal.
Desarrollar confianza en nuestro instinto y en las propias capacidades para resolver problemas.
Ver las cosas con cierta objetividad, evitando hacer una montaña de un grano de arena.
Procurar visualizar lo que se quiere es mejor que preocuparse por lo que uno teme.
Escribir acerca de nuestros pensamientos y sentimientos más profundos relacionados con las situaciones traumáticas que nos ha tocado vivir.
“El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional” Boris Cyrulnik.
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